ESPECTADORES
Abrir las piernas
como se abre un tarro de café
/instantáneo,
azucarar el sexo,
revolviéndolo lentamente,
escudriñar las ventanas del edificio
del otro lado de la calle,
imaginando que este cuerpo desnudo
desata la codicia de un vendedor de
/tumbas
que también desayuna mirando hacia
/afuera.
O mejor aún:
Mirar hacia adentro.
Poner entre las rodillas la cabeza,
torcer el cuello,
alargar la lengua como un reptil
y caminar en reversa
hacia el corazón que, pálido,
contabiliza las batallas perdidas.
TEOREMA DE DOS POR DOS
Tedoyunacanciondeamor… decía Silvio:
Yo no te doy nada.
Me saco del sexo dos monedas amargas,
me compro una cerveza
que para más saña
bebo con parsimonia,
recostada en los pastos del Palacio Cousiño
(marginal, pero en palacios con árboles centenarios).
Que después de trollearme los días,
de hacerme bullyng erótico,
me pidas versitos sosos, es a lo menos un desatino,
un despropósito, un disparate de antología,
una patudez de multitienda,
de Hogar de Cristo usufructuante,
como si Paulmann me pidiera ser éticamente santa.
Me jode.
Que te escriba versos tu mujer
que te manda cupcakes de arándanos
para el café de media mañana;
que te escriba cartas la secretaria
que tira contigo en horario de oficina;
que te los escriba tu madre que te circuncidó.
O tu prima que recibe una cacha anual
el día del cumpleaños de tu abuela
(exquisita nonagenaria que es lo mejor que tienes);
que te rime tu jefe,
que te coge con métrica perfecta
y te lo mete en el ojo desde hace diez años.
Yo tengo que lavar la loza, tejer, regar las plantas,
dormir la siesta,
amar la cuarta vocal en la pulcra cama que me espera
cuando viajo.
Yo no puedo escribirte versos.
Mira:
tengo el cesto de la ropa sucia lleno,
el arriendo e internet por pagar,
dieciocho libros pendientes de lectura,
al Rojo al otro lado del océano,
casas imaginarias por barrer,
tangos por bailar
y una vida completa para hacerme cargo…
No tengo tiempo para tu canción de amor.
SÍNDROME
DE OVARIO POLIQUÍSTICO
¿Cómo te explico, dulcito?
Cómo te expreso que me vale madres tu
pretendida reformulación de intereses, tu open mind y tus pantalones de 40
lucas?
¿Cómo te explico, mon cherie?
¿Cómo te digo que no pienso tener
hijos tuyos, que prefiero criar perros o perder la tarde en el balcón mirando
la fiereza doblada de mi toronjil cuyano?
¿Cómo te explico, caro mío?
¿Cómo afirmo mi identidad sobre el
espejo sin quebrarte a la pasada tu sueño de familia C2 o C1 a punta de
rajazos?
¿Cómo te advierto que no me jodas la
paciencia, que soy un espíritu sensible y que me bebo a mí misma en una
borrachera autorreferente que me gusta? (Súmale a eso que prefiero masturbarme
a que me toques).
¿Cómo te cuento lo de mis volantines
endometriales y su suicidio en los cables de la luz?
Y el dolor, ¿cómo te lo explico?
OCTUBRE
He aquí una mujer latinoamericana, de
ésas que tienen sobre los hombros las razas mezcladas; una de esas mujeres que
se acaricia como se acarician los gatos gordos y dormidos, una de las que
además tiene por herencia una lengua metálica.
He aquí una mujer latinoamericana con
el corazón como lleuque y los ojos como dos escopetas que buscan liebres
claras; una mujer latinoamericana con papagayos colgados de las orejas, una
huérfana que sonríe como una novia en la puerta de una Iglesia imaginaria, una
mujer para todos los umbrales de tu historia ajena.
He aquí una mujer que come manzanas
con sal, una mujer con los muslos como piñones cocidos, que se reclina sobre la
mesa y hace el amor con su propia estrella, le canta a su angelito y saluda
moviendo el brazo como si agitara banderas invisibles.
He aquí una mujer latinoamericana,
sudando después de la guerra y los bailes, afiebrado melón, rostro de piedra
cruz y boca de lapislázuli, animal que parpadea seguido y sonríe al recordar tu
nombre. Feroz mujer latinoamericana con el ombligo pleno de terremotos, tardo
tango desnudo y revolucionario, feroz mujer que en Valparaíso espera.
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